HISTORIA DEL TORERO

FRANCISCO MUÑOZ HERRERO

Publicado el 11 de febrero de 2022
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O Paquito Muñoz, como siempre fue designado, en Paracuellos de Jarama (Madrid) el 2 de septiembre de 1928. A los doce años mató un becerrete en su pueblo con tanta desenvoltura, que allí quedó maecado su porvenir, y formando paraja con Pablo Lalanda y Lalanda fue becerrista algunos años, manteniendo la promesa de que no sería una vulgaridad, como lo demostró más tarde, pues a sus excelentes condiciones de torero y a su buena visión de lo que es la lidia aportó una alegría, no desprovista de valor, con la que prestó realce a las suertes que ejecutaba. triunfó rotundamente al presentarse en Madrid como novillero el día 12 de octubre de 1946, alternando con Manuel Navarro y el Chatito Mora en la lidia de seis bichos del Castillo de Higueras; se colocó a la cabeza de los de su categoría, y con ambiente favorable en absoluto tomó la alternativa en Valencia el 23 de julio de 1947 de manos del Andaluz, quien hubo cederle el toro Trianero, de Sánchez Fabrés, en presencia de Rovira.

El mismo Andaluz fue quien le confirmó tal ascenso en Madrid el día 2 de octubre siguiente con toros de don Alipio Pérez, figurando como testigo Manuel Escudero, y su ingreso en la primera fila se produjo automáticamente, pues si después de su alternativa toreó en tal año 39 corridas, las de 1948 fueron 83; las de 1949, 62, y las de 1950, 50, con una cornada en Barcelona el día 4 de mayo. Este percance y la pareja Aparicio-Litri, que polariza la atención, marcan su decadencia, y en 1951 solamente intervino en 25 corridas.

Viene el ocaso y la retirada, y después de varios años, en 1962 reapareció, mas para hacer buena aquella frase de Don Quijote, cuando dice: <<Donde hubo nidos antaño no hay pájaros hogaño>>. No sacó provecho alguno de las pocas corridas en que tomó parte.

Paquito Muñoz nos dejó también muy joven, a la edad de 49 años. Su trágica muerte sigue siendo hoy en día unos de los misterios más apasionantes que envuelven la fiesta de los toros. Una mañana fría y nublada del 12 de noviembre de 1977, en los peñascales que salva el puente toledano de San Martín, en pleno río Tajo, apareció el cadáver totalmente destrozado de un hombre, de aspecto todavía joven, con las señales inequívocas de tratarse de un suicidio. Cuando las fuerzas de seguridad llegaron al lugar, encontraron en el pretil del puente una cartera con los documentos que correspondían a D. Francisco Muñoz Herrero natural de Paracuellos de Jarama. Junto a la cartera apareció una carta escrita a mano que decía: Perdonadme. Llamad a las autoridades en las que hablaba de las causas del suicidio. Cuentan los noticiarios de la época que había llegado a Toledo unos días antes, según manifestaron algunos de sus familiares, y que últimamente padecía frecuentes desvanecimientos y no comía. En los últimos días había perdido de seis a siete kilos de peso. En Toledo se le vio varias veces en un coche Renault-8 anaranjado, de matrícula de Navarra dentro del cual durmió durante las dos noches que pasó en Toledo

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