Nació en Salamanca el 19 de agosto de 1933 y es hijo adoptivo del ex novillero Isidro Ortuño, de quien heredó el apodo y las aficiones, fomantadas, sin duda, por dicho Isidro. No creemoas que él las sintiera muy hondas. Se presentó en Madrid como matador de novillos el 12 de junio de 1952, matando reses de Garro y Díaz Guerra con Anastasio Oliete y Antoñete; gustó mucho, y aprovechando su éxito y el de Pedrés –con Gran cartel a la sazón–, la Asociación de la Prensa de dicha capital, en vez de su tradicional corrida de todos los años, organizó una novillada con dichos dod diestros para el día 3 de julio. Y es que la afición de Madrid también pierde a veces la chaveta, dicho sea con muchísimo respeto.
Tomó la alternativa en Barcelona (Arenas) el 10 de agosto de aquel mismo año de manos de Parrita, con Rafael Ortega de segundo matador y toros de Sánchez Cobaleda; la confirmó en Madrid el 11 de mayo de 1953, por obra de Julio Aparicio, con toros de Galache y Juan Posada de testigo; lo cuidaron como flor de estufa, y aunque hacía bien el toreo, le faltó gracia y no estuvo sobrado de valor. Pero ofrecía gran plasticidad lo que ejecutaba.
Como matador de toros toreó estas corridas: 18 en 1952; 36 en 1953; 28 en 1954; 38 en 1955; 22 en 1956, y 2 en 1957.
La biografía de Jumillano ha quedado escrita en un lugar puntero, siempre con el sello de su cuna salmantina. Por esa razón ahora toca devolver tanta gratitud a un charro universal, a un caballero que vivió con pasión su vida torera abrazado siempre al señorío.
UN ABRAZO, MAESTRO Y AMIGO
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