HISTORIA DEL TORERO

Victoriano de la Serna y Gil

Publicado el 25 de enero de 2022
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Aquí tenemos a un estilista e innovador que dio bastante disgustos a las primeras figuras que estaban en candelero cuando él apareció en los redondeles. Todos decían, incluso los mismos toreros, que nadie había toreado como él toreaba; prolongaba los lances de un modo singular, con una Suavidad y una figura sin precedentes, para cuya ejecución necesitaba, claro está, la colaboración del toro, y innovaciones consistían en aplicar ciertas modalidades a algunos pases de muleta para obtener efectos de estética que cautivaban a los espectadores. Nació en Sepúlveda (Segovia) el 1.º de septiembre de 1910 y fue estudiante de Medicina, carrera que terminó sin dejar de vestir el traje de luces; se dio a conocer como torero en 1930, y se presentó en Madrid como novillero el 27 de agosto de 1931, estoqueando reses portuguesas de Pino Barreiro con el Chiquito de la Audiencia y Alfredo Corrochano. No volvió a actuar como matador de novillos en tal plaza, y el 29 de octubre siguiente fue doctorado en ella por Félix Rodríguez, quien, actuando de testigo Pepe Bienvenida, hubo de cederle el toro Rompedor, de la Viuda de don José <<Aleas>>. Sus mejores temporadas fueron las de 1933 y 1934, en las que cada año toreó 53 corridas; descendió a 35 en el año siguiente, pero sin menoscabo en su reputación; llegó la guerra, durante la cual toreó en Venezuela, Colombia y el Perú; dejó de hacerlo en 1940 y se le dio por retirado; realizó algún intento después, del que se mostró arrepentido; su afortunada intervención en algunos festivales le animó a vestir de nuevo el traje de luces; pero al reaparecer en 1943 comprendió que había pasado su época. Recordamos de él estas tres cogidas de consideración: el 7 de agosto de 1932 en San Sebastián; el 13 de abril de 1935, en Carabanchel, y el 29 de mayo de 1936 en Madrid. Hablando en la jerga corriente y moliente, bien puede decirse que La serna fue un hombre que <<tuvo cosas>> dentro y fuera de la plaza, esas <<cosas>> a las que algunos llaman <<genialidades>>, y más cuando éstas se traducen en gestos y rasgos que en él fueron peculiares tanto en las tardes que tuvo el santo de espaldas como en las de próspera fortuna. En tardes de inspiración se le vieron hacer verdaderas maravillas; su personalidad descolló con elegancia y distinción excepcionales, y por eso decimos al empezar que dio algunos disgustos a los toreros que entonces se hallaban en Vanguardia.

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