Para ser torero en grado de eminencia tuvo facultades este hijo de Cúchares, nacido –circunstancialmente– en Madrid el 20 de agosto de 1845. De figura arrogante y simpática y con envidiables aptitudes de torero y estoqueador, estas cualidades le valieron no pocos partidarios. Pero su indolencia, su apatía, su falta de estímulo, no le permitieron rivalizar con nadie, y habiendo podido ser un competidor de Lagartijo y Frascuelo, prefirió acogerse a la ley del menor esfuerzo, que siempre es más cómodo. Aprendió de su padre cuanto éste sabía, que no era poco, y fue el propio autor de sus días quien le dio la alternativa en Madrid el 19 de mayo de 1867. En sus últimos años de profesión toreaba muy poco, y en 1894 se retiró definitivamente. Esta determinación la hizo pública al morir trágicamente El Espartero, y recuerdo que en tal ocasión, en un artículo que << La Lidia>> publicó de Sobaquillo, puso éste en boca de Currito la siguiente quintilla: <<Antes que me parta un toro o haya de marcharme al coro (¡yo que fui tan tenor!), dejo el campo del honor y me marcho por el foro>>. Cuando quiso, rayó donde otro rayara; pero no quería casi nunca, porque se apoderaba de él la dejadez y todo le era indiferente. Tan imperturbable oía las broncas como las ovaciones.
Vivió patriarcalmente en el barrio de San Bernardo de Sevilla, hasta que con fecha 16 de marzo de 1907 dejó de existir.
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