Fue José Redondo —nacido en Chiclana (Cádiz) el 13 de marzo de 1818— un diestro en el que se dieron, de consumo, la vocación, el entusiasmo sostenido, la inteligencia y el dominio de la técnica, y ha pasado a la Historia como otra de las figuras señeras del pasado siglo. Labrador era cuando decidió dedicarse a la lidia de reses bravas; su paisano, Francisco Montes, le tomó bajo su protección, y al ver los rápido progresos que hacía llegó a decirle: –En ti hay madera para muchas cosas, y si continúas aplicándote llegarás adonde pocos. Joven de garbosa figura, de buena planta, con gracia y salero, lo más notable en él era que no ejecutaba las suertes empíricamente, sino que éstas hallaban en él plenitud verdadera, caudal, vida y espíritu de una auténtica personalidad. Cerca de cuatro años llevaba en la cuadrilla de Montes cuando alternó con éste en Bilbao el 26 de agosto de 1842, doctorado que el propio Paquiro le confirmó en Madrid el 15 de septiembre del mismo año, al dar muerte maestro y neófito a seis toros de Gaviria, Arias Saavedra y Juan Castrillón, mediante cesión de avíos. José Redondo escaló las alturas con acelerado impulso. Con el capote y las banderillas era una notabilidad; con la muleta solamente podía superarle Montes –aunque el Chiclanero toreaba con más elegancia y finura–, y con el estoque superaba el discípulo al maestro, porque si practicando la suerte de recibir era una eminencia, nadie le aventajaba en la del volapié y en las de recurso. En las plazas producía general entusiasmo; su competencia con Cúchares hizo que la fiesta se mantuviese en aquel tono mayor que Montes Le prestara; pero en tal contienda venció el Chiclanero, porque en su arte había más verdad que en el de Francisco Arjona. Fuera de la plaza necesitaba el ruido, las sensaciones enérgicas,, los placeres fuertes, y de no haber rendido excesivo culto a Venus y a Baco, de no disipar su salud con exaltaciones amatorias, de no vivir tan de prisa, habría aumentado su celebridad. Minado su organismo por tantos excesos, hizo, presa en él la tuberculosis y murió en Madrid el 28 de marzo de 1853, a poco de llegar a dicha capital para tomar parte en la corrida de la inauguración de la temporada. En su entierro, tomaron parte todas las clases sociales.
HISTORIA DEL TORERO
José Redondo y Domínguez (El Chiclanero)
Publicado el 18 de diciembre de 2021
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