
Diestro es éste que por el mero hecho de haber sido inventor de la estocada a volapié y de la verónica, merece que su nombre sea colocado en la más alta cima a que pueden ascender los matadores de toros. ació en Sevilla en el mes de agosto de 1748, y don José de la Tixera, coetáneo suyo, dice de él que <<fue un torero muy fino, galán (sic), general y consumado>> y <<autor de la famosa treta o suerte de matar a oro parado o volapié, por cuya sola invención debe esculpirse su memoria en láminas de bronce>>. Claro está que aquel volapié, era imperfecto, como casi todos los adelantos en su iniciación; la depuración habría de venir después; pero la invención tuvo un éxito inmenso, por basarse en la suprema razón de a necesidad, que es una ley que a nada se subordina. Por esto, es de suponer la alta temperatura que debió de producirse entonces en los espíritus de los aficionados, dado que con la revolución que aquel invento produjo y con lo que la verónica representaba en el manejo del capote, encontraba el toreo sólidos apoyos que mataban viejos empirismos y tendían a establecer n método en la lidia de reses bravas. Compitió bizarramente con Pepe-Illo (a quien venció) y con Pedro Romero (por quien habría de ser vencido), y el haber salvado su fama la prueba de dos siglos dice con elocuencia cuántos debieron de ser sus méritos. Joaquín Rodríguez y de Castro (que así se llamaba) toreó mucho en Madrid desde antes de 1770 hasta el final de la temporada de 1790, en que por motivo de un tumor que se le presentó en la mano derecha, se vio precisado a retirarse, para residir en Madrid, donde falleció el 27 de enero de 1800.

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