HISTORIA DEL TORERO

BERNARDO GAVIÑO RUEDA

Publicado el 22 de octubre de 2022
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Matador de toros nacido en Puerto Real (Cádiz) el 20 de agosto de 1812, hijo de José Gaviño y de María de las Nieves Rueda. Era pariente, aunque lejano, de  Juan León, Leoncillo, de quien recibió las primeras lecciones en el Matadero de Sevilla.  Luego trabajó a las órdenes del matador de toros Bartolomé Ximénez y del novillero Francisco Benítez Sayos, estoqueando toros en varias ocasiones. Hacia 1835, por motivos de orden íntimo, marchó a América. Estuvo en Montevideo varios añas, pasó luego a Cuba y finalmente a México, donde fijó su residencia. En la República mexicana toreó con gran aplauso, tomó la empresa de varias plazas y alternó con diestros españoles, siendo al mismo tiempo director de lidia y maestro de muchos toreros mexicanos. En 1854 publicó en La Habana don José Corrales Mateos una biografía de Gaviño, y en ella decía: <<[…] era un torero de genio que ejecutaba las suertes según las circunstancias en que se encontraba; de corazón sereno y de una gracia singular. Conocedor del toreo de Juan León y otros contemporáneos, no se vició en cuanto al arte, conservando, en medio de toreros extravagantes, el sello del lidiador andaluz, así en el método de torear como en el de vestir>>. El 31 de enero de 1886 se celebró en Texcoco (México) una corrida con motivo de ferias, y Bernardo Gaviño fue matador contratado, presentándose con la mediocre cuadrilla que le acompañaba.  Dice Recortes: <<La lidia del primer toro se llevó sin contratiempo alguno, y Gaviño mató al bicho de un mete y saca igual a los que había dado en sus juveniles años. En el segundo, una marimacho que intentó banderillear, fue enganchada por la res y herida, aunque no de gravedad, matando a este toro el segundo espada, José de la Luz Gavidia. En tercer lugar salió un toro negro zaino, meleno, bien encornado y de pocas libras, perteneciente a la ganadería de Ayala. El toro resultó bravo, tomó ocho puyazos, matando dos caballos, pasando a banderillas con mucho poder y ligereza de patas. El viejo Gaviño estaba contentísimo y hacía elogios de la nervosidad del burel. Tocaron a matar, y el diestro de Puerto Real, que vestía terno negro con adornos de seda negra, armó la muleta y se dispuso a estoquear aquel toro, que había sido por su nervosidad el terror de la cuadrilla. El anciano espada, con gran serenidad y completamente solo, se fue hacia la res, presentando la muleta, que el toro tomó bien; pero al rematar el pase se revolvió, y como el caduco torero no tenía ya el vigor necesario para afirmarse en las piernas, fue cogido por la espalda, suspendido y engatillado, recibiendo una herida en la proximidad del ano, hacia la derecha, en la región anatómica llamada por los facultativos hueco esquío rectal. No obstante lo doloroso de la lesión y de que causó abundante hemorragia, detalle de que se dio cuenta Gaviño, pues llevó la mano al sitio lesionado y la apartó tinta en sangre, no se acobardó, y con entereza de ánimo y por su pie se retiró a la enfermería, que no era tal, sino un sucio y desmantelado cuartucho que tenía en uno de los rincones una vieja cama y en el otro un montón de heno. Allí, una hora después del accidente, le fue practicada la primera cura. La gravedad de la herida, por la infección que sobrevino, comenzó cuarenta y ocho horas después de la cogida, y el viejo torero, en los momentos de fiebre, deliraba con asuntos de tauromaquia, recuerdos de sus campañas y de los percances sufridos. El día 3 de febrero fue trasladado de Texcoco a México, donde residía, y donde murió a las nueve y media de la noche del 11 de febrero de 1886>>. Fue un torero muy popular en la República mexicana, de donde le hizo natural algún escritor.

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