HISTORIA DEL TORERO

SATURNINO ARANSÁEZ

Publicado el 25 de diciembre de 2024
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Matador de novillos, nacido en Santo Domingo de la Calzada (Logroño) el 11 de febrero de 1865. Estaba empleado en el ofició de tapicero y se apartó de él para acudir a las capeas, donde sobresalió bien pronto. En las plazas de La Rioja se hizo popular, y sus empresas contaban con Aransáez con el aliciente mayor de sus corridas. Cierta persona unida en amistad a su padre y al empresario de la plaza madrileña, le recomendó a este que atendió a la recomendación y lo impuso como banderillero en algunas novilladas, dando ocasión al joven torero para soltarse con el capote y hacer adelantos con las banderillas. Entró a formar parte en la cuadrilla de Joaquín Sanz, Punteret, y a su lado recorrió las plazas de más importancia de la Península. En Madrid hizo su presentación como banderillero de novillos el 5 de agosto de 1888, agregado a la cuadrilla de José Rodríguez Davie, Pepete, y banderilleó, en unión de Cayetano y Juan Lázaro, El Marquesita, los toros Bragadito, de don Ángel González Nandín, y Tortolito, de don Joaquín Castrillón, escuchando muchos aplausos, así como al saltar con la garrocha al tercer toro. El 13 de julio de 1890 pareó toros en el circo madrileño, en una corrida en que Rafael Molina, Lagartijillo y Juan Jiménez, El Ecijano, estoquearon ganado de Veragua. Fue una de las tardes más brillantes de su vida torera: bregó durante toda la lidia activamente y con inteligencia, banderilleó admirablemente los toros primero y Rosalera, que mató Juan Jiménez, y escuchó una gran ovación en un quite que hizo a su compañero Miguel. Figuró en la cuadrillas de Fernando Gómez, El Gallo y Cara-Ancha. Inducido y aconsejado por varios amigos, se hizo matador de novillos, presentándose en Madrid el 2 de agosto de 1891 en unión de Pepete y Manuel Nieto, Corete, para estoquear ganado de don Pedro Barranco, de Cabezas de San Juan. Actuó regularmente en la muerte de sus toros, Hormiguillo y Bienvenido; pero por La habilidad que desplegó al trastear al último, que hubo de ser fogueado y llegó difícil a la muerte, se le aplaudió y sacó en hombros. Desde entonces alternó con novilleros de cartel en las plazas más renombradas de España. En 1892 hizo una brillante campaña en América. Algunas cogidas graves sufrió a lo largo de su carrera, pero no entibiaban su valentía. Su conducta particular le llevó a cometer ciertas guapezas reprobables, que le perjudicaron grandemente como torero, y hubo de renunciar al estoque y trabajar como banderillero junto a matadores de toros y de novillos. El Tío Lagarto, revistero-corresponsal de Sol y Sombra en Valencia (Venezuela), donde Aransáez se hallaba, detalló la desgracia que costó la vida a este del siguiente modo: <<El domingo 12 de marzo de 1911, a las dos y media de la tarde, en momentos en que enchiqueraba los toros ayudando a su compañeros Almanseño, un toro del ganadero venezolano Obdulio Bello le alcanzó al pretender acogerse a un burladero que existe en los corrales, empuntándose por la parte superior del muslo derecho en la base del triángulo Scarpa, y campaneándolo horriblemente, le infirió una cornada que le produjo intensísima hemorragia. Almanseño acudió prontamente a hacer el quite a su compañero. Y en tanto distrajo al toro, Aransáez tuvo fuerzas para arrastrarse al burladero, en donde también se refugió Almanseño, y donde pasaron 15 minutos sin poder moverse, pues el animal estaba frente a ellos y fue preciso enlazarlo para socorrer al herido. Como la pérdida de sangre había sido mucha y se tardó en hacerle la primera cura, la cornada resultó mortal; pasó la noche del domingo y lunes quejándose de agudísimos dolores, y en la mañana del martes, comprendiendo había llegado la última hora, llamó a sus amigos y compañeros, se despidió de todos y entró en la agonía, falleciendo a las once y media de la mañana del 14 de marzo de 1911>>. El mismo día de su muerte en Venezuela falleció, por una coincidencia fatal, en su casa de Madrid, su esposa Saturnino Aransáez fue un notable banderillero y un matador valiente, que se malogró por varias razones, y entre otro por su carácter pendenciero.

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