
Matador de novillos nacido en Sevilla el 26 de marzo de 1899, en su barrio de la Puerta de la Carne. Su madre, Ana Gallego Mateo, era hermana del tercer Pepete infortunado. Almonte cursó el Bachillerato, y a los 16 años, en que terminó el Grado, presa ya de la afición decidió ser torero, sin que amilanase su ánimo el recuerdo del desgraciado fin de su tío. Empezó toreando en plazas de poca categoría, fue aprendiendo y ganando en cartel y, cuando ya había conseguido cierta fama en las plazas de provincias, se presentó en Barcelona el día del Corpus de 1919, con novillos de Santa Coloma, Alternando con Casielles y La Rosa. Al dar un lance al primer toro fue cogido y sufrió una cornada y la fractura de la clavícula derecha, lesiones de las que tardó bastante en curar. Toreó una novillada nocturna en Madrid el año 1920, con una actuación muy lucida. Anunciada su presentación de día y en novillada formal para el 26 de marzo de 1921, no pudo torear, porque seis días antes, entrenándose en una finca de Morón (Sevilla), una vaca le propinó una cornada que le impidió torear hasta el 3 de julio, fecha en que se presentó en Madrid lidiando ganado de don Francisco Trujillo alternando con Antonio Sánchez y Facultades. Gozó aquella tarde de un éxito clamoroso, sobre todo en su primer toro, y por ello fue repetida su actuación el domingo siguiente. Esto le sirvió para torear mucho aquella temporada. A la siguiente, año de 1921, los sucesos de Melilla suspendieron su rápida y brillante carrera. Hizo toda la campaña de Marruecos, como soldado de cuota, en la columna del general Barrera. Licenciado del Ejército y vuelto a la Península el año 1924, tuvo que rehacer su cartel, porque empresas y público le habían olvidado. Toreó algo por provincias, y el 5 de octubre de aquel año (1924) volvió a presentarse en Madrid, y por compañeros en aquella infausta tarde a Bogotá y a Tomás Giménez, y el ganado,de Moreno Santa María. Se notó bien su desentrenamiento en el único toro que mató, causante de su desgracia, el tercero de la tarde. Al entrar a herir, por cuarta vez, le arrolló y le pisó, partiéndole el fémur. Llevado a la enfermería, el público no dio gran importancia a la cogida, pero la lesión se complicó de tal manera, que Almonte tuvo que sufrir varias, muchas, operaciones verdaderamente terribles y cruentas, sin lograr, a pesar de ello, su curación. Y en plena juventud quedó cojo, y por tanto inútil para la profesión. Quedaron rotas todas las ilusiones que pudo hacerse en la iniciación de su vida profesional. Su toreo, su escuela, fue, en lo que toreó, de pura cepa belmontina. Desde su invalidez se dedicó al apoderamiento y representación de toreros, con bastante fortuna.
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