Exige ahora atención una figura cumbre del toreo, un lidiador excepcional nacido en Córdoba el 6 de marzo de 1862. Torero de horizontes amplísimos, empezó la profesión –con el apodo de Llaverito– como banderillero en una cuadrilla de muchachos cordobeses; perteneció después a las cuadrillas de Bocanegra, el Gallo y Lagartijo, y éste fue quien el 29 de septiembre de 1887 le dio la alternativa en Madrid, al cederle el toro Arrecio, de don Francisco Gallardo.


En esta corrida alternaron con él Algabeño y Villita; se lidiaron toros de don Jorge Díaz, y el último que estoqueó llevaba por nombre Limón.
Desde que tomó la alternativa hasta que se retiró, toreó 892 corridas y mató; 2.339 toros; el 19 de mayo de 1895 toreó tres corridas (en San Fernando, Jerez
y Sevilla), y, en fin, fue el árbitro de la fiesta mientras vistió el traje de luces.
Desde que dejó de vestirlo, vivió en Córdoba atento a acrecentar su hacienda; fue varón de limpias costumbres y mientras ejerció la profesión no sufrió otro percance importante que una cogida en La Habana el día 1.º de enero de 1888.
Dejó de existir en su ciudad natal –donde disfrutó del mayor prestigio– el 21 de febrero de 1941.
El nombre de Guerrita va asociado a los recuerdos taurinos de mi adolescencia y de mi primera juventud y no puedo evocarlo sin enviar a tal época una salutación henchida de añoranzas.
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