HISTORIA DEL TORERO

Rafael Guerra y Bejarano (Guerrita)

Publicado el 25 de diciembre de 2021
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En esta corrida alternaron con él Algabeño y Villita; se lidiaron toros de don Jorge Díaz, y el último que estoqueó llevaba por nombre Limón. Desde que tomó la alternativa hasta que se retiró, toreó 892 corridas y mató; 2.339 toros; el 19 de mayo de 1895 toreó tres corridas (en San Fernando, Jerez y Sevilla), y, en fin, fue el árbitro de la fiesta mientras vistió el traje de luces. Desde que dejó de vestirlo, vivió en Córdoba atento a acrecentar su hacienda; fue varón de limpias costumbres y mientras ejerció la profesión no sufrió otro percance importante que una cogida en La Habana el día 1.º de enero de 1888. Dejó de existir en su ciudad natal –donde disfrutó del mayor prestigio– el 21 de febrero de 1941. El nombre de Guerrita va asociado a los recuerdos taurinos de mi adolescencia y de mi primera juventud y no puedo evocarlo sin enviar a tal época una salutación henchida de añoranzas. Exige ahora atención una figura cumbre del toreo, un lidiador excepcional nacido en Córdoba el 6 de marzo de 1862. Torero de horizontes amplísimos, empezó la profesión –con el apodo de Llaverito– como banderillero en una cuadrilla de muchachos cordobeses; perteneció después a las cuadrillas de Bocanegra, el Gallo y Lagartijo, y éste fue quien el 29 de septiembre de 1887 le dio la alternativa en Madrid, al cederle el toro Arrecio, de don Francisco Gallardo. Maestro insuperable en la profesión que le deparó celebridad, está considerado como el torero más grande y completo del siglo XIX, como el lidiador ejemplar de todos los tiempos, por haber coincidido en él –debidamente enfrenadas y sujetas a la ley de orden, de disciplina y de constante sabiduría– todas las aptitudes que se pueden exigir de un matador de toros. El equilibrio de los tercios, la extensión de conocimientos y disposiciones, la plenitud de aplicación de normas que Francisco Montes estableciera, culminan en Guerrita y hacen de él un torero cuya potencia mental y cuyo contenido superan a cuantos valores le precedieron. Maestro insuperable en los tres tercios de la lidia y con espléndidas facultades físicas, todo se juntó en él para acrecentar su celebridad, y por hacerse dueño de la situación y ejercer una hegemonía que ningún otro torero tuvo se vio combatido con acritud, cuya animadversión precipitó su retirada, que efectuó después de torear en Zaragoza el 15 de octubre de 1899, última vez que vistió el traje de luces.

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