Modesto y bondadoso fue este desventurado torero, y entre lo parapoco que era y que el arte del reclamo no existía en aquel tiempo, el Jerezano, a pesar de conocer muy bien el oficio, no pasó nunca de la última fila.

Este ascenso se lo confirmó Quinito en Madrid el 18 de marzo de 1900 con reses de Arribas Hermanos.
Toreando en Veracruz (Méjico) el 6 de octubre de 1912, le cogió un toro de Nopalapán al lancear de capa y sufrió tan rudo golpe, que se le declaró la peritonitis y falleció dos días después. Tuvo aptitudes para ser algo más de lo que fue.
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