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¿Quién hubiera dicho que aquel banderillero de elevada estatura, subalterno en la cuadrilla de Juan Belmonte, habría de remontarse como matador de toros a la primera fila? ¡Oh poder del valor, de tesón y de la voluntad! Largo, desgarbado y con todas las desventajas que un pergeño físico puede ofrecer, sabía, no obstante, llegar a los públicos en seguida, y tanto se estrechaba con los toros, tal valentía puso en la ejecución de las suertes, que no sólo resultaban éstas emocionantes en alto grado, sino que incluso le prestaban a él una gallardía y una arrogancia tan varoniles que le permitían rendir a los escépticos. En dicho año 1922 toreó 49 corridas, de las 58 que tuvo contratadas; en 1923 despachó 64 –fue el que más toreó en aquel año–; en 1924 tomó parte en 56 y obtuvo en Madrid la oreja de oro en la corrida de la Asociación de la Prensa, y el 11 de diciembre del mismo año falleció en Sevilla, de una complicación pulmonar derivada de la gripe.
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