De este diestro –nacido en Cádiz el 11 de marzo de 1811 –podemos decir que fue gitano y que se mantuvo siempre en un discreto lugar de la segunda fila.

Era alto, algo obeso, toreaba a su modo, con un estilo peculiarísimo y extraño, pero como lo hacía muy cerca, ganaba el favor de la masa.
Sus ocurrencias, disparatadas y chistosas –dictadas casi siempre por la superstición–, fueron muy celebradas.
En el año 1858, viendo disminuir sus ajustes, hizo una excursión a Perú, halagado por otras muy provechosas que había hecho a La Habana y Méjico, y a los pocos días de su llegada, el día 10 de diciembre del referido año, murió a consecuencia de la rotura de una aneurisma, y no en las astas de un toro negro, como le había vaticinado una <<gachí>> de su raza al decirle en una ocasión la buenaventura.
No hay que decir que aquella profecía gitana le hacía pasar muy malos ratos cada vez que tenía que habérselas con un toro negro.
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